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Yo tuve un amigo que se llamaba Andrés…

Cristina Antón

Ahora se llama Sr. Torrecilla, alguien a quien no reconozco, por eso esta carta es para Andrés, y no para su alter ego.

Mi primer contacto con Andrés se produjo cuando yo era delegada sindical en la torre de Palma. El era mi jefe, y era un jefe al que yo reconocía, apreciaba y respetaba.
Porque era serio, educado, inteligente, sensato y trabajador. Y decente, que es algo que no se puede decir de muchos jefes. Hablo de decencia moral y de dignidad personal.
Daba gusto sentarse con él a resolver cualquier problema. Nunca me impuso nada, siempre me explicaba las cosas de manera razonada y con datos en la mano.

Por cuestiones de las altas esferas de las que yo jamás tuve conocimiento, Andrés dejó su cargo y volvió a controlar a la sala.
Estuvimos juntos en el mismo turno, y he de decir que era un excelente controlador además de un buen compañero. Siempre estaba para ayudar cuando hacía falta, o para enseñarme cuando estaba aprendiendo.
Recuerdo que, cuando volvió, en lugar de amedrentarse con el tráfico porque llevaba tiempo si controlar, pedía sentarse en los momentos de más carga de trabajo.

Siempre he estado orgullosa de conocer a una persona como él. Confiaba en él. Me apoyaba en él.
Mucha gente que me conoce sabe que presumía de tenerlo en mi turno y siempre decía que era el compañero perfecto con el que me encantaría trabajar hasta jubilarme.
Era correcto y respetuoso hasta con aquellos que no lo merecían, que también los hay, como en todas las profesiones.

Y de pronto, de la noche a la mañana mi amigo se esfumó. En sentido literal y figurado, porque ya es imposible recuperar al Andrés que yo conocí…o creía conocer.
A pesar de todo me resisto a creer que no quede nada de él, supongo que porque la otra opción es asumir que me engañó durante muchos años, nos engañó a todos, incluso a aquellos con los que compartía excursiones, comidas y cenas.

Pasan muchas cosas que no entiendo Andrés.
Sabes que AENA está cometiendo auténticos dislates en materia de turnos y de seguridad. Y esto es grave y preocupante, además de muy serio.

Y lo sabes porque has trabajado con nosotros y sé que tienes claro lo que un controlador puede aguantar y lo que no. Te he visto cansado, estresado, enfadado…agotado.
Sabes la responsabilidad que tenemos en nuestras manos y sabes que hay condiciones en las que no es seguro trabajar. Y AHORA NO ES SEGURO.
Vuelve cuando quieras a la sala a comprobarlo tú mismo.

¿Por qué permites todo este disparate? ¿Hasta dónde quieres llegar? ¿Cuál es el objetivo? ¿Provocar un accidente?

Sabes que no estamos hablando de productividad, porque con media plantilla hecha un asco, ha aumentado una barbaridad el número de incidentes en lugar de la tal productividad. Las demoras de Barajas son antológicas.
Sabes que nuestros sueldos, tu sueldo, que has hecho extras como el que más, no son el problema. Nunca lo han sido.
Sabes  que AENA sigue despilfarrando dinero en cosas absurdas, con lo que no me creo que les preocupe en absoluto el tema del dinero, que ya tiene mucha práctica gastándose el que no tienen, y no creo que se hayan vuelto remilgados de golpe.
Sé y sabes que había cosas que mejorar y cambiar…y en muchas estaba de acuerdo contigo, por eso no entiendo cómo hemos llegado hasta aquí.

Tienes a tu servicio una caterva de personajes de ínfima categoría moral, por no decir nula, que sé que los habéis escogido precisamente porque harían cualquier cosa con tal de mantener sus miserables prebendas, y de dar rienda suelta a la mezquindad que les provocan sus infinitos complejos.
Y porque jamás han conseguido respeto ajeno, porque nunca lo han merecido ni lo merecerán aunque ellos se sientan importantes porque creen que ahora van a ser respetados a la fuerza. Son y serán patéticos hasta que se mueran.

Un trabajo que consiste en machacar a los demás es un trabajo sucio, innoble e indigno, por bien pagado que esté.
Y este estilo de dirección no me encaja con el Andrés que yo conocía. El era un caballero español con todas las letras, y no entiendo su rol en este cuadro tan lamentable.

No sé qué te habrán ofrecido ni quiero saberlo, porque creo que cargarse una profesión magnífica y con ella dos mil quinientas familias no tiene precio posible.
Y por una vez coincido con el Ministro de Fomento cuando te concedió públicamente el dudoso honor de ser el responsable de este despropósito.
Supongo que no te importa pasar a la historia de la aviación a la que le dedicaste media vida por tal mérito.
Y que seas capaz de vivir con esto sin pestañear me asombra enormemente. Porque el día que haya un accidente, te aseguro que tú serás responsable, al menos moralmente, no lo dudes.

El día seis de febrero no fue un hito en mi vida por el tal decretazo, sino porque mi amigo Andrés desapareció.
Creo que eres la persona que más me ha decepcionado en mi vida.
Qué triste.

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