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La foto bonita y el gato por liebre

John White

Es frecuente encontrarnos en el hotel un aviso educado que nos dice que, con objeto de ahorrar energía, depositemos en la bañera las toallas solo si queremos que sean reemplazadas. Caso contrario nadie nos cambiara las toallas. Lo que realmente está pasando es que el hotel se ahorra la parte proporcional de consumo eléctrico, agua, detergente y mano de obra, y es el cliente que ha pagado para recibir a cambio un servicio el que sufre las consecuencias. El hotel incrementa sus beneficios y ofrece un peor servicio al cliente disfrazado de argumento ecologista.

A su vez el cliente podría exigir que le cambien las toallas todos los días, y está en su derecho. Pero gracias a un considerable porcentaje de incautos que hacen suyo el argumento falaz del ahorro energético el hotel se lucra con una artimaña.

Es también muy frecuente que uno no reciba aquello por lo que paga gracias a la publicidad engañosa o el disfraz del gato por liebre. ¿A quien no le ha pasado que unas fotos bonitas que retratan exclusivamente el lado mas amable de la realidad pero que esconden los bajos fondos y los chanchullos de pelaje diverso nos amarguen unas vacaciones, una cena, la estancia en un hospital o incluso una boda? Dependiendo de la paciencia y las ganas de bronca del sufrido consumidor la cosa termina en resignación o pollo del trece.

Pero cuando es nuestra seguridad o nuestra salud las que se resienten por este tipo de practicas la realidad toma otro cariz.

Cuando un pasajero compra un billete de avión la seguridad aérea generalmente no se cuestiona. Se espera que la tripulación este descansada y con la debida preparación técnica. Se espera que el avión haya recibido un buen mantenimiento por parte de técnicos cualificados. Se espera que los controladores aéreos lleven a cabo sus funcionen con la máxima pericia, concentración y esmero.

La cadena de la seguridad consta de muchos eslabones y decisiones en cadena. El complejo engranaje entre compañías aéreas, fabricantes de aeronaves, proveedores de servicios de navegación aérea, empresas de formación, legisladores y agencias de seguridad es tan importante como para que el efecto mariposa no se cebe con la seguridad.

Analicemos ahora un trayecto en avión entre Madrid Barajas T4 y El Prat, por ejemplo con Iberia. El pasajero compra un billete por internet o en una agencia de viajes. Pone su vida en manos de un contrato de transporte regido por el Convenio de Chicago y confia en que todo ira bien. Llega a la T4 y tras sortear decenas de tiendas con precios abusivos al final se sienta en su plaza.

A tenor de lo publicado durante los últimos meses tanto pilotos como controladores están cabreados, sus jornadas laborales han aumentado y sus descansos reglamentarios han disminuido. Los técnicos de mantenimiento que han revisado el avión puede que no hayan recibido la formación correcta, según leemos en el informe de la CIAIAC sobre el accidente del Spanair 5022. En la T4 de Barajas, y posiblemente también en terminales de El Prat, desaparece el servicio de control de trafico aéreo y son los propios pilotos los que se tienen que separar entre ellos como los coches entrando en una rotonda. Imaginen esta situación con niebla, con obras, con vehículos yendo y viniendo o en un escenario de crisis que se aleje de la operatividad normal.

Cuando por fin despega, el avión va atravesando diversas porciones de espacio aéreo gestionadas por una insuficiente plantilla de controladores. El numero de aviones que caben en un determinado sector aéreo ha ido aumentando día tras día y ademas los aviones vuelan mas juntos. Donde antes había dos controladores por sector, ahora AENA quiere poner uno solo, y ademas juntar ese sector con el siguiente. Los controladores tienen unas jornadas laborales y un régimen de descansos que no han tenido ningún estudio de riesgos y han sido impuestas por Decreto Ley dictado por unos políticos que nada saben de aviación.

El avión inicia su aproximación a Barcelona, pero tiene que hacer esperas en el aire, con el consiguiente aumento del gasto de combustible al no haber dotado AENA la plantilla mínima necesaria para abrir todos los sectores en aproximación.

El avión llega con una hora de retraso.

La seguridad del pasajero ha estado en riesgo desde que compro el billete de avión. Una cadena de decisiones tanto políticas como empresariales que solo buscan el máximo beneficio ha ido mermando la calidad y la seguridad de su vuelo. El pasajero ha pagado el pato y ademas no se le ha informado de todo esto. El coste de su billete de avión no ha disminuido sino que ha aumentado: fruto de la privatización de AENA los licitadores han duplicado las tasas aeroportuarias. El pasajero vuela con mas retrasos, menos seguridad y mas caro.

Muchos de mis conocidos y familiares, conscientes de esta situación, llevan meses desplazándose en tren o automóvil. Conozco a un tipo que directamente ha decidido que no volverá a coger un avión. El presidente de una gran empresa española cuyo nombre no mencionare ha decidido que sus comerciales no volaran a la T4 desde que AENA ha decidido quitar a los controladores de esta terminal, con lo que ha cancelado el Iberia Plus y ahora todos vuelan con Air Europa. El resto de riesgos siguen ahí, pero el de la T4 ha desaparecido.

Como pasajeros y consumidores deberemos valorar si la calidad y seguridad del servicio que nos proporcionan todos los agentes de la maraña aeronáutica es proporcional a lo que pagamos cuando volamos. Y si no lo es, obrar en consecuencia.

Yo personalmente quiero toallas limpias todos los días, que para eso lo pago.

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