Opinión,  Portada

Trabajadores “privilegiados”

 

Cabecera de la manifestación del pasado 1 de Mayo, en Madrid. / EFE

ÓSCAR MOLINA, 13/2/2017. No hay privilegio alguno, sino condiciones pactadas por dos que llegan a un acuerdo que creen ventajoso para ambos. A ningún trabajador le regala nadie nada, a los “privilegiados” tampoco.

A la hora de escribir esto, parece inevitable que se vaya a producir una huelga de estibadores en los puertos españoles. No voy a entrar en el particular, porque quiero hablarles de algo más general: el mecanismo que implacablemente se pone en marcha cuando ciertos grupos de trabajadores, los “privilegiados” anuncian conflictividad laboral.

Porque en España existen, al parecer, “trabajadores privilegiados”. No estoy muy seguro, pero creo que se designa así a aquellos cuyo salario está por encima de la media, o en general, tienen en sus convenios colectivos condiciones más ventajosas que las de la mayoría de los trabajadores. Por lo que oigo a columnistas, comentaristas y tertulianos, este tipo de trabajadores, los “privilegiados”, no deberían hacer huelgas ni usar los métodos de presión laboral recogidos en nuestra legislación porque, deduzco, esas medidas sólo son aceptables cuando las emplean el resto de los trabajadores, es decir, los “no privilegiados”.

Leo en el diccionario de la RAE que “privilegio” es, en su primera acepción, “Exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia.” Hay otras, pero no distingo entre ellas nada que pueda equipararse con las condiciones de trabajo de nadie. Por lo tanto, y a pesar de que entiendo que el término se usa mediante su vulgarización o generalización, opino que no existen, desde el punto de vista lingüístico, trabajadores privilegiados. Y opino, que tampoco los hay desde el punto de vista conceptual.

Un trabajador sería “privilegiado” si pudiese auto concederse cobrar la pensión máxima cotizando menos tiempo que el resto de trabajadores

Yo entendería que alguien es “privilegiado” si, por ejemplo, pudiese auto concederse, o conseguir que un órgano superior a él le concediera, cobrar la pensión máxima cotizando menos tiempo que el resto de los trabajadores, como ocurre con los políticos. O si pudiera, por ejemplo, auto concederse o conseguir que un órgano superior a él le concediera, una subida salarial del 56%, como ocurrió recientemente con los ejecutivos de una conocida aerolínea española.

Eso son privilegios (aparte de jeta), lo otro son condiciones laborales que se logran en una negociación en la que, por su propia naturaleza, se obtienen cosas a cambio de dar otras, beneficios a cambio de cesiones.

No hay privilegio alguno, sino condiciones pactadas por dos que llegan a un acuerdo que creen ventajoso para ambos. A ningún trabajador le regala nadie nada, a los “privilegiados” tampoco.

El tema tiene miga, porque como ya he apuntado, la cantinela sale siempre a relucir cada vez que algún colectivo de trabajadores “privilegiados” decide usar los medios, que la Ley dispone, para hacer valer los derechos que como trabajador (“privilegiado” o no) le corresponden. Es entonces cuando los privilegiados de verdad tratan de hacer ver al resto de los trabajadores (los “no privilegiados”) lo canallas que son unos tíos que, como los estibadores, disfrutan de unas aceptables condiciones laborales y tienen el morro de protestar.

O sea que, si uno es un trabajador “privilegiado”, y pongamos que la empresa para la que trabaja incumple lo que está pactado, el convenio colectivo, la Ley, etc…nos encontramos ante un caso en el que la defensa carece de legitimidad.

No sé si lo entiendo bien, pero parece ser que el trabajador “privilegiado” bastante tiene con sus “privilegios” como para encima pretender mantenerlos, aunque sea con la Ley en la mano.

Es eso ¿no? Da igual que el que se sube el sueldo un 56% (por cierto, no veo a columnistas, analistas y tertulianos escupir fuego por estas obscenas subidas retributivas) decida contravenir lo que está obligado a respetar. El problema no es ése; el problema es que el afectado es un “privilegiado”. Lo verdaderamente sustancial de la cuestión, lo que de verdad importa en el caso de los “privilegiados”, es que deberían protestar con la boca pequeña, o si se me apura…chitón.

Llegado el momento en el que los trabajadores “privilegiados” deciden pasar a la acción se desata otro torrente, fundamental en el mecanismo de apestamiento social, protagonizado por los medios de comunicación. Estos medios son negocios con ánimo de lucro, y una de sus mayores fuentes de ingresos es la publicidad. Dado que los del 56%, o los que se suben pensiones a sí mismos, se gastan ingentes cantidades de pasta en publicidad y los trabajadores “privilegiados” no pueden gastarse nada, es evidente que el juicio y presentación de los hechos de un conflicto de este tipo nunca cae del lado del trabajador “privilegiado”, sino del listo del 56%, que recibe en especie el pago a su inversión publicitaria.

No sólo eso, sino que una vez cobrada la pieza del trabajador “privilegiado”, poco importa en qué acabe la cosa. Lo digo porque recuerdo perfectamente el maremoto informativo que siguió al supuesto paro de los controladores en diciembre de 2012, pero no leo nada acerca de lo que ha ocurrido después, y es que todos los juzgados que han entendido del caso han archivado las causas y concluido que la responsabilidad de aquello fue del Ministerio de Fomento, el inefable Pepín Blanco y por supuesto de José Luis Rodríguez Zapatero. 22 juzgados, concretamente.

Puesto el escenario de lapidación mediática del trabajador “privilegiado”, el siguiente paso viene de parte de muchos trabajadores “no privilegiados”, que le afean su actitud, le ponen a parir y reservan para él los peores calificativos.

Los trabajadores “no privilegiados” suelen estar representados por centrales que se nutren de liberados sindicales quienes, fundamentalmente, se dedican a no trabajar y cobrar su sueldo

Los trabajadores “no privilegiados” suelen estar representados por centrales que se nutren de liberados sindicales quienes, fundamentalmente, se dedican a no trabajar y cobrar su sueldo. No estaría del todo mal si no fuese porque (a las pruebas me remito) cada día que pasa firman condiciones laborales más cutres para sus representados, actúan en ocasiones en connivencia con las empresas y hasta han llegado muchas veces a escalar en ellas a puestos de alta dirección.

Mi opinión es que lo que realmente molesta a las llamadas centrales “de clase” es que exista quien pueda defender de manera efectiva y eficaz a sus afiliados sin cobrar de los Presupuestos Generales del Estado, porque suele ocurrir que las agrupaciones sindicales de trabajadores “privilegiados” se financian sólo de las cuotas de éstos.

A los muchachos de UGT o CCOO les da pavor que alguien pueda demostrar que están viviendo de lo público para no hacer absolutamente nada. Nada, aparte de sostener “de facto” un sistema que camina sin freno hacia la eliminación de todo trabajador, grupo profesional o colectivo de empleados que pueda disfrutar de condiciones laborales decentes; a laminar a quienes se atrevan a defenderse, o aplastar a los osados que planten cara a ese futuro de clase social única y convenio colectivo universal que sería el sueño de los del 56%.

Porque existen y están ocurriendo muchas cosas absolutamente escandalosas en nuestro mundo laboral y profesional, pero no sublevan a casi nadie. A casi nadie le indigna la rebaja de la exigencia profesional con el objetivo de recortar los sueldos, ni la apoteosis de la mediocridad a todos los niveles que sirve de apoyo a las condiciones laborales inadmisibles, ni el creciente gusto que muchos empresarios nefastos tienen por incumplir lo que firman y modificarlo unilateralmente, ni tantas cosas…

No, lo que no se aguanta es que el trabajador “privilegiado” se niegue a integrarse en el rebaño de los ofendidos, postrados y…vencidos.

Fuente: Artículo original en Actuall.com

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