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El récord de turistas agota a unos controladores aéreos ya saturados

No hay mejor noticia para un controlador aéreo que ir pulverizando mes tras mes el récord de operaciones aéreas. No hay mejor sensación que levantarte de la posición después de una “vara” de tráfico con la satisfacción del trabajo bien hecho. No hay, en fin, mejor situación, en teoría, que la que estamos viviendo en estos momentos. La realidad, por desgracia es bien distinta.

Agotados, desmotivados y estresados

Nuestros controladores aéreos, responsables últimos de la seguridad de los vuelos que saturan nuestros cielos, están agotados. Llevan demasiados años ya con una legislación que acogota su calendario e impide una vida social y familiar mínimamente normal. El crecimiento de tráfico aéreo, necesario y bueno para la economía nacional, no ha hecho más que aumentar el problema, haciendo que la empresa, que ya tupía de turnos a estos profesionales incluso en temporada baja, rellene los huecos de las programaciones mensuales destinados a ser días libres con turnos y más turnos.

Es una ecuación endiablada: más turnos, con más tráfico, y con menos días de descanso para recuperarse. El resultado, en el mejor de los casos, afectará sólo a la salud de los profesionales.

3 días libres de 29

Este es el caso de una controladora de uno de los Centros de Control españoles, y no es desde luego el único, a la que honraron con tres “clavos” (servicios obligatorios fuera de la ciclicidad normal) en tres ciclos de trabajo seguidos. Es decir, en 29 días libró sólamente 3 días completos. Sería interesante que alguien hiciera una comparativa con los países de nuestro entorno, o simplemente con Reino Unido, de donde se inspiró el denostado Ministro Blanco para elaborar la perversa legislación que regula el descanso de los controladores. Una legislación que garantiza un descanso mucho mayor para los controladores británicos y que las autoridades españoles se encargaron de mutilar para eliminar cualquier atisbo de problema para ENAIRE a la hora de conseguir cubrir todos los turnos, caiga quien caiga.

La salud física y mental de los controladores aéreos está íntimamente ligada a la seguridad de los vuelos que gestionan. Esto es así y no admite discusión. Por eso están obligados a pasar estrictos controles médicos periódicamente y a notificar cualquier posible disminución de su capacidad psicofísica antes de sentarse a controlar aviones. Algo que si los controladores aplicaran estrictamente, dejaría diezmadas las torres y salas de control.

Las reducciones de jornada, disparadas

Así, para poder conciliar los innumerables turnos con una mínima vida familiar, los controladores no tienen más remedio que acudir a las reducciones de jornada. Sin posibilidad de realizar cambios de servicio (inédito en cualquier otro trabajo a turnos) y con la espada de Damocles permanente de recibir los temidos COS (servicios de cobertura obligatoria, o servicios “express” que les notifican el día anterior), ven las reducciones de jornada como única salida para poder rascar algunos días para dedicar a los suyos. Es la única manera de poder asistir al cumpleaños de tu hija, a la boda de tu hijo, etc.

Este fenómeno tiene un efecto colateral: al tener que reducirse parte de la plantilla, la empresa carga al resto con los servicios que dejan de trabajar los reducidos, por lo que se agrava aún más la sensación de asfixia laboral. Sectores de tráfico sobresaturados, sin apenas descanso, gestionados día tras día por los mismos.

Un fin de semana libre de cada 8

Y es que a la falta de descanso de los controladores aéreos españoles se une la distribución de turnos y la ciclicidad, que provoca que, sin posibilidad de cambios de servicio, estos profesionales no puedan disponer de un fin de semana libre más que una vez cada dos meses, lo cual, además de todo lo descrito en los párrafos anteriores, provoca su aislamiento social y familiar, con el aumento de todo tipo de patologías ligadas a  ello, tales como depresiones, insomnio, etc.

Se impone, más pronto que tarde, un replanteamiento general de las condiciones bajo las que los controladores aéreos españoles desarrollan su trabajo, un trabajo imprescindible y con una extrema cualificación y responsabilidad, antes de que lo que por ahora son señales de aviso se convierta en una epidemia que afecte a un colectivo envejecido, agotado, saturado y, en definitiva, harto.

 

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