
Diario de un controlador aéreo reventado
ELOY ORGAZ. Día X, por lo general entre semana porque hace años que el concepto “fin de semana” carece de sentido para mi por trabajar a turnos.
Acabo de llegar a casa a las 8am después de trabajar toda la noche en el aeropuerto desde las 22:30.
Mientras me pongo el pijama me llega un SMS del departamento de recursos humanos de Enaire donde anuncian que se necesitan voluntarios para cubrir el servicio los días bla, bla y bla, tanto en turnos de mañana como de tarde y de noche. Esta es la tónica habitual. Reflexiono sobre por qué esta empresa me tiene que mandar SMSs continuadamente a modo de SPAM cuando yo no he autorizado expresamente que se comuniquen conmigo de esta forma. “Cubrir el servicio”, pienso. ¿Es que una empresa bien gestionada tiene que recurrir a esta fórmula para sacar adelante el trabajo?
Da igual, porque si no hubiese voluntarios el servicio se terminará cubriendo con un “COS”, un papelito que te entregan cuando menos te lo esperas donde argumentan que es “por necesidades del servicio”. Añaden una jerga intimidatoria adicional del tipo “deber inexcusable, potestad de Enaire” y lo acompañan con varias menciones a reales decretos con numeración inverosimil.
Intento dormir un poco. Anoche pasaron por el aeropuerto decenas de vuelos, hubo varias incidencias y estoy agotado. Me duele la espalda.
Y es la segunda noche que trabajo y que no duermo.
Me han programado seis días de trabajo seguidos de los cuales los dos últimos son noches. Es muy raro esto: el Real Decreto 1001 de 2010 estipula que después de un servicio de noche tengo que descansar 48 horas para volver a trabajar, salvo que a la empresa le apetezca programarme dos noches seguidas. Distintos raseros bajo el barniz de la legalidad.
En el laudo arbitral dictado por el Ministerio venía recogido un turnero base de cinco días de trabajo y tres de descanso, pero como no se escribió expresamente lo contrario, Aena (ahora Enaire) decidió enchufarnos turnos de 6 días seguidos. Esto se llevó a los tribunales y se perdió. Es lo que pasa cuando la empresa es pública y todo el aparato del Estado está a su servicio.
Al poco tiempo, cuando me estaba intentando dormir, me llaman al móvil de Recursos Humanos para avisarme, con un tono impersonal característico de las redes de obediencia debida, diciéndome que “se me activa” (ella sola, es una entidad consciente al parecer) la imaginaria que tenía para dentro de dos días. Acaban de cargarse mi tercer día de descanso y libraré hoy, ya convertido en zombie que no ha dormido, y mañana.
Al final me duermo. Solo cuatro horas. Mi aspecto en el espejo se asemeja más de la momia de Lenin que al de una persona.
Me pongo un café y de repente me doy cuenta de que ya llevo consumidas seis tazas desde la noche anterior. Siento palpitaciones y creo que tengo la tensión alta. No es de extrañar, tengo ya 50 años y la pérdida del ritmo circadiano está haciendo mella en mi organismo. En otros países a los controladores veteranos con mi edad se les exime en parte de trabajar por la noche, pero en España no. No hay controladores suficientes.
Me llega otro SMS de la spammer profesional de Recursos Humanos avisándome con el mismo tono impersonal del mensaje anterior que “he sido convocado” a la realización de un curso de formación online sobre ergonomía. Leo esto mientras me froto la espalda dolorida por haber estado toda la noche sentado en una silla despegando aviones. Qué importante es la ergonomía.
La empresa pretende que yo le dedique a este absurdo curso varias horas de mi escaso tiempo libre. Me dicen “hazlo, que es bueno para ti”. Me dice “lo tienes que hacer porque además te lo pagamos”.
Reviso la lista de cursos online que se supone que debo hacer en mi tiempo libre y ya se me han acumulado seis. No me da la vida para tanta presión. Recuerdo que en uno de ellos, en el capítulo del control del estrés, alguien había escrito, sin despeinarse, que comer tomates era bueno para mi. Me asaltan ganas de comprarme una moto sierra en Leroy Merlin, pero esto no se lo diré al médico que me tiene que hacer la evaluación anual obligatoria. Tampoco le mencionaré que, a veces, tengo que tomar ansiolíticos para poder dormir. Tampoco le debo mencionar que cada vez que voy a trabajar siento que me muero un poco más.
Estoy cansado. Llevo trabajando a destajo los días que a la empresa le da la gana desde 2010.
Me he perdido acontecimientos familiares importantes, situaciones sociales, viajes, amigos, polvos, estrellas en el cielo, la brisa en mi cara, la luz del sol de las mañanas porque me quema los ojos después de trabajar dos noches seguidas.
Llamo a Recursos Humanos para pedir un día de asuntos propios, derecho recogido en el laudo arbitral reconvertido a Convenio Colectivo. Me lo deniegan. Tenía una boda que me voy a perder, la de mi mejor amigo. Ningún compañero me puede hacer el día porque todos estás hasta arriba de turnos como yo. Hace años que la empresa me deniega todos los asuntos propios, “pero te los pagamos”, me dicen. Me la suda que me los paguéis, no quiero ser el más rico del cementerio, quiero tener vida.
Recuerdo esa vez en la que me pasé la noche en urgencias con mi madre teniendo turno de trabajo al día siguiente por la tarde. Llamé a Recursos Humanos y les dije que no estaba en condiciones de ir. Me recordaron que, según ese laudo/convenio, el que mi madre se pase toda la noche en urgencias no se considera ingreso hospitalario, por lo que no me pueden dar el día. A regañadientes me dicen que lo intentarán poner como asuntos propios. Yo, como ya me lo conozco, me voy a ver a mi médico de la seguridad social, le cuento lo sucedido y me tramita una baja y un alta de 24 horas diciéndome “es por mi bien, que yo suelo coger aviones”, mientras me lanza una mirada de pena compartida y recuerda cuando a ellos les presionaban con guardias de 24 horas que tenían que hacer si o si. Al día siguiente me comentan que una señora “responsable” regional de Recursos Humanos le ha dicho a mi delegado sindical “coño, pues que hubiese dormido de día”, intuyendo con una empatía propia de los tornillos oxidados que yo tengo la mágica capacidad de controlar cuando me duermo y cuando no.
Se que esto es una mierda. Se que todos los trabajadores están cabreados. Se que muchos otros profesionales de cuyo descanso dependen las vidas de otros van por el mundo con la espalda destrozada y su vida social desmembrada.
Se que muchos, los más cainistas y poco leídos probablemente, me dirán “ya, pero tu ganas una pasta, te jodes”. Y luego van y cogen un avión sabiendo que los controladores estamos así.
Pero a día de hoy nadie me ha sabido responder a una pregunta muy sencilla: ¿a partir de qué sueldo se deja de tener derechos laborales?
Aena, privatizada por la vía exprés, da beneficios millonarios a los fondos buitre en bolsa.
Así funciona el mundo. Y yo lo único que pido es que contraten a más personal para que yo pueda dormir, ir a bodas o lo que la gente normal suele hacer en sus vidas. Porque empiezo a tener la sensación de que yo, vida, lo que es vida, no tengo.