
RYANAIR vs AENA: dos villanos a la gresca por el pastel aeronáutico español.
Lo peor de cada casa. Ese es el resumen de la cuita en la que Ryanair ha metido a AENA en los últimos días. A los empujones chantajistas del pirata irlandés se unen los afanes privatizadores del presidente de AENA, Maurici Lucena, en una batalla sin cuartel a la que los españoles asisten con una buena ración de palomitas.
Y por si hubiera alguna duda, en estos bofetones nos situamos clarísimamente del lado del gestor aeroportuario y del lado de nuestro país. Es impresentable e inaceptable que una empresa privada como Ryanair utilice su tamaño para tratar de chantajear al Ministerio, a los ayuntamientos y a AENA para beneficiarse no sólo de los usuarios del transporte aéreo, sino de todos los contribuyentes españoles.
A Ryanair le importan poco los españoles. No le importan ni sus propios trabajadores, a los que deja en la calle sin compasión por 0,68€ por billete. Como para pensar que le interesa ni en lo más remoto el interés general de nuestro país o de nuestro turismo. Si sus trabajadores no son más que números, imagínense sus pasajeros.
El gigante irlandés ha crecido hiperbólicamente en nuestro país en gran parte por los esteroides en forma de subvenciones y ayudas por parte de las administraciones públicas españolas, atrapadas en una madeja de aeropuertos absurdos y redundantes, construidos en la época del todo vale y ahora vacíos por poco o nada rentables.
Lucena ha escrito una carta abierta que desde aquí no podemos sino alabar. Sin segundas. Sin peros. Es directa y contundente, y responde a la defensa del interés aeronáutico español y a la defensa de lo público frente al chantaje de grandes corporaciones a las que no les importa nada más que sus bonus y sus cuentas de resultados.
Es una pena que Maurici Lucena no aplique ese mismo criterio para el resto de departamentos de la empresa que preside, y regale a empresas privadas de muy dudoso origen y muy dudosa viabilidad económica ese dinero público que tanto defiende ahora por la vía de unas licitaciones del servicio de control aéreo en las torres privatizadas más que cuestionables.