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Militarización de las relaciones laborales

José Aureliano Martín. El Faro Digital.

He seguido con atención el conflicto de los controladores aéreos españoles. Como medio mundo. También las filtraciones de WikiLeaks. El otro gran asunto que interesa en este momento (de esto hablaré otro día). Vaya por delante que siempre he creído que la lucha de los trabajadores era beneficiosa para sus intereses, y que la misma debía de canalizarse a través de sus Asambleas y de sus sindicatos de clase. Sin embargo, salvo excepciones justificadas, generalmente no he apoyado las luchas corporativas de pequeños grupos, pues entendía que esto podía perjudicar a la totalidad. Tampoco las he boicoteado. Comprendo que estos conflictos a veces chocan con otros derechos de los ciudadanos. Y que pueden llegar a ser molestos. Sobre todo cuando afectan a servicios públicos esenciales, como el transporte, o cuando se plantean en fechas en las que el resto quiere salir de vacaciones. Pero esto es lo que sucede en las sociedades democráticas.

El paro salvaje llevado a cabo por los controladores aéreos ha dejado sin vacaciones a miles de ciudadanos. Pero el conflicto era ya antiguo y el Gobierno sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, o lo que podría suceder si se cambiaba la negociación colectiva por el ordeno y mando vía Boletín Oficial (es lo que hacía Franco). Aún así, el Ministro Blanco, en un acto de provocación sin procedentes ha promovido la promulgación de un Decreto, justo el día antes del ‘puente’, en el que se hace una interpretación restrictiva de lo que entra y no entra en el cómputo anual de la jornada laboral. Pretendía evitar los efectos de una Ley suya anterior, de febrero de este año, en la que se estableció un horario anual de obligado cumplimiento, saltándose también lo negociado en Convenio Colectivo. Habrá que estudiar en profundidad su contenido y, sobre todo, el peligro de que se extienda a otros sectores.

La reacción de los controladores, muchos de los cuales ya superaban el total de horas anuales, conforme a esa normativa previamente impuesta, ha sido radical e inoportuna (lo podrían haber hecho en otras fechas). Pero la del Gobierno, militarizando el control aéreo, también ha inaugurado una peligrosa forma de proceder que, seguramente, se repetirá en el futuro. De este conflicto a mi me interesa resaltar varias cuestiones, que considero importantes y graves a la vez. Por un lado, que el caos aeroportuario ha demostrado la enorme trascendencia que para nuestra seguridad tiene el trabajo de los controladores. No todos estamos preparados para ocupar estos puestos. También, o quizás por ello, el formidable poder que poseen. Este plus de exigencia tal vez sea uno de los factores que influyen en las diferencias retributivas de los distintos trabajos. Por otro lado, que precisamente por tratarse de un sector muy sensible y de enormes repercusiones en la sociedad,  a los negociadores del Gobierno se les debe exigir un talante también especial. Y sobre todo mucha prudencia y capacidad de aguante. Sinceramente, no creo que éste sea el caso del Ministro Blanco, que desde el primer momento demostró una animadversión especial hacia un colectivo que, según él, disfruta de unos privilegios desorbitados (no son los únicos, ni es de ahora).

Lo que me parece más grave es el daño mediático que el Gobierno puede hacer a un colectivo cuando se lo propone. Resulta bochornoso el espectáculo que viene dando el Ministro, desde hace ya algún tiempo, a cuenta de los sueldos de estos empleados. Parece como si esta cruzada contra sus aparentes privilegios nos fuese a liberar de todos nuestros problemas. Mientras tanto, su jefe Zapatero se sienta a comer las migajas que le sirven los poderosos de las finanzas (los auténticos privilegiados en la sociedad actual) y obedece ciegamente todas sus recomendaciones (¡magnífico, ya hemos conseguido la huelga general!, dicen las malas lenguas que le comentó Botín al Presidente del Gobierno en los días previos a la reforma laboral). No nos explica que hay otros privilegiados (notarios, registradores, pilotos de líneas aéreas….), ni que esta situación ha sido provocada, en parte, por AENA, adscrita a su ministerio, que ha preferido pagar miles de horas extras, para así ahorrarse el coste de nuevas contrataciones (algunos hemos mantenido algún pleito con esta empresa pública a propósito de turnos de trabajo y horas extras abusivas). Campañas de estigmatización similares las hemos vivido también otros colectivos, como por ejemplo los funcionarios públicos.

Recuerdo cuando Borrell iba a acabar con los capitales ocultos multando a Lola Flores. O cuando Boyer, hoy felizmente casado con una millonaria, nacionalizó Rumasa, para liberarnos de los empresarios corruptos. Estas puestas en escena, les han gustado mucho a los del Partido Socialista y a su enorme aparato mediático. Quizá para limpiar su mala conciencia. Aunque pienso que, en el fondo, no creen en el Estado de Derecho, ni en la Democracia. Para muchos de ellos, son meros instrumentos para conseguir el Poder. Es lo más coherente con algunos de sus orígenes ideológicos.

Pero la enseñanza más grande que he sacado de este conflicto es hasta dónde está dispuesto a llegar Zapatero, con tal de agotar la legislatura. Por eso se resiste a quitarle el carácter militar a la Guardia Civil. En el fondo, estos socialistas de bote, vacíos de ideología, están muy cómodos ordenando, mandando y no teniendo que dar explicaciones de lo que hacen a nadie (lo del Parlamento es puro teatro). Es lo que hemos votado (yo no). Y lo que tendremos que aguantar, mientras que no decidamos otra cosa.

http://www.elfarodigital.es/blogs/179-jose-aureliano-martin/29679-militarizacion-de-las-relaciones-laborales.html

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