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El Primero de Mayo sin derechos

Daniel Zamit – 05/05/2010

De forma ingenua, he esperado hasta bien entrada la tarde para ver si en la festividad del Primero de Mayo, Día de los Trabajadores, alguien se había acordado de los controladores aéreos. Ni una cita a pesar de que hacía tan sólo 15 días que el BOE publicó la Ley 9/2010, de 15 de abril, una norma que modifica las condiciones laborales del colectivo citado, santificando el RDL 1/2010, en contra de lo establecido en el Estatuto de los Trabajadores y en el convenio colectivo en vigor (como la propia ley reconoce en su preámbulo).

Tamaña restricción de derechos y eliminación de lo pactado, aunque no tenga comparación con el más esencial de todos que es el derecho al empleo (cuya carencia sufren más de cuatro millones de personas en España), a un colectivo de trabajadores debería, creo yo, haber merecido unas palabras del resto de sindicatos por si acaso el futuro les depara algo parecido.

Muchos se preguntarán qué es lo que esperábamos utilizando la secuencia argumental que tan bien ha vendido el ministro de Fomento, don José Blanco, para dictar un decreto ley que, según nuestros abogados, supone la mayor incautación de derechos a un colectivo de trabajadores desde la Guerra Civil. Qué se podía esperar para un colectivo que secuestra a los ciudadanos, que hacen huelgas encubiertas para presionar, según el presidente de la empresa que nos paga; que imponemos las condiciones de entrada a la profesión y que decidimos quién entra que, naturalmente, son todos de nuestro entorno familiar.

La ley, para muchos, nos pone en nuestro sitio: rebaja del salario en un 30%, horas extras obligatorias a menor precio que las ordinarias, eliminación de los beneficios acordados en negociaciones con la empresa, trabajo obligado y vigilado por comisarios políticos, denegación del derecho de huelga, horarios que conculcan las normas internacionales para trabajos a turnos y de máxima atención y un largo etcétera.

Y todo por culpa de unos supuestos privilegios, que son los siguientes:

l Salarios: los que ofrecía la empresa. Ni más ni menos. Una empresa estatal que ha preferido pagar las horas extraordinarias a porcentajes mayores a los reflejados en la función pública para evitar el crecimiento de la plantilla. Unas horas extras que eran voluntarias y que, como tales, podías elegir hacerlas o no. La conclusión es tan sencilla que si las hacíamos ganábamos mucho y si no estábamos en huelga de celo. Nuestros salarios sin horas extraordinarias estaban por debajo de la media europea.

l Productividad: dicen que la mitad que en Europa. Pues bien, que digan cómo la calculan. ¿Haciendo la media de la plantilla total o sólo de los operativos y en centros con movimientos significativos?

l Acceso controlado: las plazas las convoca la empresa, como debe ser (ver la página web de AENA). De las cinco pruebas existentes, la única que no es vinculante y que no tiene capacidad decisoria sobre el futuro de los aspirantes (100 por plaza el año que me presenté yo) es la que hacen los controladores.

l Responsables de la deuda: sería un milagro. Sobre una deuda de la empresa cifrada en el entorno de los 12.000 millones de euros, nuestra masa salarial total supera escasamente los 700 millones. Nada que ver con las verdaderas razones, que se encuentran en inversiones faraónicas y construcción de aeropuertos sin lógica empresarial. Nuestra actividad genera beneficios a la empresa.

l Huelgas encubiertas: si hay tanta evidencia, ¿dónde están los expedientes abiertos y las sanciones impuestas?

En fin, toda una serie de mitos que nuestro histórico silencio ha facilitado, a pesar de ser pieza clave en el desarrollo de la vida económica. Somos necesarios pero se tendrá que pagar adecuadamente, que es lo que dice el mercado para trabajos con nuestras características, responsabilidad penal incluida porque, que nadie lo olvide, está ligado a la seguridad del transporte aéreo. No creo que sea mucho pedir que por su seguridad los pasajeros se quejen de los poco más de dos euros por billete que pagan por nuestro servicio. Al fin y al cabo, sólo es lo que cuesta en cualquier bar de España una botella del refresco más famoso del mundo.

http://www.cincodias.com/articulo/opinion/Primero-Mayo-derechos/20100505cdscdiopi_3/cdsopi/

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