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Especuladores y otros villanos

EL MUNDO. DOMINGO 9 DE MAYO DE 2010

Al Abordaje. David Gistau.

Especuladores y otros villanos

NO SON desconocidas las ventajas de inventar un «enemigo necesario». Sazona la existencia, distrae fracasos propios, justifica precariedades y medidas excepcionales, y hasta anuda la cohesión frente al antagonista, la amenaza ad portas de la que advierte un repicar de campanas o un graznido de gansos capitolinos.

Sin embargo, para que funcione y sea detestable, ese enemigo mitológico, urdido en las covachuelas de la propaganda, ha de ser sencillo y categórico. El perfecto monstruo según la definición de César Aira: «Una especie compuesta por un único ejemplar». Por ejemplo, el Satán imperialista, del que viven todas las naciones que Kaplan llama «gamberras». O la Meseta, de la que vive el nacionalismo, tanto en su acepción política como en la deportiva. O el judío, o el falso fascista, o el cine americano.

El inconveniente con el «enemigo necesario» de Zetapé, al que tanto ha recurrido para existir siempre contra algo, es que han sido demasiados, y no siempre temibles, por lo que ha quedado algo diluida esa naturaleza monstruosa del Mal conspirador por el cual era obligado salir en un vídeo haciendo la ceja. Esta semana, «los especuladores» se han incorporado a una lista de enemigos de la Luz zapateriana, que va completándose desde la primera legislatura, y en la que ya estaban Bush y Aznar. Y los cenizos. Y la oposición que no arrima el hombro. Y la AVT, con el escollo de su dolor moral. Y los fumadores, que según el presidente son todos de derechas. Y los franquistas. Y los que son franquistas porque lo digo yo. Y los que diagnosticaron la crisis. Y el Tribunal Supremo. Y el Tribunal Constitucional. Y los controladores aéreos. Y los que descargan en internet. Y los católicos. Y los hombres, presuntos culpables por definición. Y los ricos, cuya codicia había de ser castigada con impuestos.

En estos parámetros entra la humanidad entera, que estaría conjurada contra Zetapé como si éste fuera el «genio auténtico» que, según Swift, podría reconocerse en el odio de los demás. La progresía viene validando la creencia de que Zetapé es un arcángel que nos fue regalado por la Providencia y cuya obra es sistemáticamente saboteada por estos engendros malignos. Uno piensa que tanto abuso de enemigos necesarios esconde, no ya un complejo de persecución, sino la perpetua maniobra expiatoria de un Gobierno que quedará como el peor de nuestra historia reciente y al que sólo le queda ofrecer paranoias compartidas y un culpable al que endosar cada uno de sus fracasos.

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