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Las inspecciones de ENAIRE en los ACCs: lo único importante es que los controladores aéreos se apunten en un papel cuando van al baño.

Los problemas de desfase tecnológico. La fatiga pandémica. Los procedimientos anticuados. La insuficiencia de plantilla. La pérdida de pericia por la bajada del tráfico. ¿Creen ustedes que estos problemas innegables son los que mantienen a ENAIRE despierta por las noches? Si asistieran a una sola de las inspecciones sorpresa que sus gestores encargan en los Centros de Control españoles verían que no solo no es así, sino que además provoca hilaridad sino fuera por la seriedad del asunto.

Y es que los inspectores e inspectoras se presentan en el ACC cual Tom Cruise en Misión Imposible, se colocan en un espacio desde donde poder ver sin ser vistos, y cuando detectan alguna anomalía (supuesta) saltan como leones acechando a una gacela. Es ridículo. Y es humillante para los profesionales que se encuentran allí trabajando.

Humillante porque de problemas operativos, tecnológicos y laborales, ENAIRE es una campeona mundial, y a lo que se dedica en estas inspecciones es a verificar que se está cumpliendo el “modo de operación” y que los controladores que tienen que ausentarse dos minutos para ir al baño firmen un papel en el que dejan constancia de este hecho.

Humillante porque a los controladores les tratan como niños pequeños, o peor, porque si bien hasta hace poco el procedimiento normal era avisar al supervisor de que en ese momento no hay tráfico y va a salir un momento a hacer sus necesidades, en algunos casos perentorias, ahora la empresa pública les obliga a dejar constancia escrita y firma de puño y letra bajo amenaza de sanción disciplinaria, despreciando la autoridad y profesionalidad de sus supervisores y jefes de sala que quedan reducidos a meros vigilantes de guardería.

La psicosis llega hasta tal punto que si un controlador planificador se levanta de su silla y se separa de la consola un metro y medio para coger su jersey, el inspector le apunta en el parte para ser sancionado por abandonar su puesto de trabajo. No se rían, que es cierto.

Porque todos los problemas entre el ente público y sus controladores nacen de la misma raiz: la desconfianza. A este nivel ha llegado ENAIRE en su afan de controlar a sus controladores aéreos, mientras les envía mails de modernización inminente (que nunca llega) y de hacer una empresa más humana y bla bla bla, mientras a la vez convierte sus centros de control en una suerte de Gran Hermano orwelliano en el que los únicos vigilados son aquellos a los que más deberían cuidar. Sus trabajadores.

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